Soñé que la tempestad arroyaba todo. El mar gemía y los maderos se quebraban. Ojos de humo se enardecían de rigurosa presión. Algunos explotaban sin razón, otros por descuido. Y a pesar de que aquel hombre me protegió con su sapiencia, uno llegó a dañar mi pómulo izquierdo. Una anciana haraposa me creyó muerto; su perro también. Me levanté para contemplar que había cesado la barbarie, pero yo... yo ya no era yo.
¿Para cuándo, ché?
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Hay cosas que los seres humanos nunca llegamos a aprender. Por ejemplo, no
nos cansamos de preguntar cosas que a la gente no la hace del todo feliz.
Son la...
Hace 11 años
1 bigotazo/s:
Interesante
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