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jueves, 27 de diciembre de 2007

Sabina al flaco de la oda


Alfombra en Buenos Aires, atorrante de la isla. Londres se viste antes, mastica al camarero que escupe estallidos en las moradas de las pesetas. Sigiloso. Versos con sed, Corazón Machado de Sevilla. George le siente sus cuerdas. Divertidos los exiliados, también oyen la música prestada del arpa de Satanás. Doblete al medio de Paris, una paria. Carambola entre Corrientes y Atocha, alma de carne con colmillos de desvelo. Trampa y bandoneón, castañuela y Camarón, Pichuco y biberón. Azul las lágrimas de La Cibeles de plástico. Llora. Llora y levanta su pañuelo. La Boca sabe de arrabales, recibe al infame poeta de la década. Vuela su gracia y baila la Mafalda de Paulita. Ceniza está, coca también. Historia de no acabar, camas vacías y espíritus de orgasmos. Melancolía en primera fila, el Rex y su armonía. Chamuyo en la Plaza Mayor. Número 7, mal vivir. El boulevard de la mejor Chavela. Roto algún sueño, mujer de mi mejor amigo. Científicos que sudan. Tentador sin canas, pecado inmortal. Pulmón desecho, ronco su aliento. Perro cojo, mujeres mejor. Soneto en desdicha, dólares en bombachas, dolores de porro. 519 noches y ningún día, engaña. Caga poemas en las mentiras, este cabrón. Piadosas del barrio que hay detrás de las estrellas. Ahí su amigo. Edipo hachís, Mezo el rey. Raquítica soledad. Lección de Nano. Ponle tres, Nicanor. Paladar promiscuo que besa las frentes marchitas. Mejor si sor Juana. En cuando vez de algún dieguito. No lo sé. Nada de pitos, menos de fitos. Maldito forro, bendita puta. Interruptus el coitus por el séptimo de Charly. Ya eyaculé. Pasaje de vuelta. No, no permita la virgen que huya el de traje gris. Excesos necesarios de las luces lujuriosas. No hay caso, le dieron las diez y las once... Madrid es más fría, pero es mía. Arrebuá, adiós, cuidaté. Alfombra en la isla, atorrante de Buenos Aires.

(Por Saudo)

Para Riquelme con devoción

Déjame compartir, Román, hermano,
lo que sufrí, lo que gocé contigo,
Villarreal seduce al buen villano
que tiene un Arsenal por enemigo.

Gulliver, Liliput, Goliat, fulano
de tal y pongo al Diego por testigo
del bendito penal, maldita mano
de un Lehmann que levita, sumo y sigo.

Orgullo de los pibes, vente arriba,
ya sabes que los árbitros con IVA
no quieren dos equipos españoles,

quiero decir dos payos catalanes,
Castellón de la Plana tiene planes
para Riquelme, fábrica de goles.

(Joaquin Sabina)

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Decí por Dios que es Román




Dicen que por las madrugadas se ve una sombra en el Monumental. Cuentan que, al mismo tiempo, se oye un bandoneón con aroma de suburbio, que suena mientras la danza va y la sombra se mueve. Es triste, llora. La sombra llora y retumban en las tribunas los gritos del dolor, de la injusticia.

Dicen que es la melancolía guardada de alguien. De alguien que quiere seguir dibujando la elegancia inmortal que pocos disfrutan. La sombra, vestida ahora sí de celeste y blanca, busca una pelota, quiere ser feliz. Y cuando la tiene le vuelve la alegría. Y canta. Ahora sí, la sombra canta y se ríe. Grita su alegría y baila con la pelota. Juran que ánimas de todo el mundo pagan sus entradas para verla. Confiesan que en Don Torcuato ya se vio a una sombra bailar tango con la pelota. Escuálida y con hambre, más pequeña, más feliz. Nadie sabe si aquella es la misma que ésta.

Elegancia natural, tacón y espina en el mentón. Ojos rojos y cara sucia, empolvada de potrero. La sombra juega, se divierte, le canta partituras al bandoneón. Calles vacías, taxi y billar. Bohemia que ignoran muchos, sabiduría que pocos entienden, delicadeza para otros. Gracias, dice el fútbol, que tuvo que aprender a hablar cuando lo vio bailar.

Y la sombra sigue. Gritan las ánimas en las tribunas, que ahora son millones. Y baila de un arco al otro y hace malabares con la pelota. “Sólo quiero ser feliz”, retumba de su zapato derecho. Y sigue bailando tango. Y Piazzolla aplaude desde la luna. El acordeón afina sus mejores vientos. La sombra se enloquece y pisa de nuevo la pelota. Mueve a su amiga para acá y para allá. Le tira un caño a las críticas, un sombrero al resultado y gambetea la injusticia. Ríe. Ríe, baila y canta. Es feliz.

Cuentan que antes del amanecer, la sombra se despide. Contenta por otra función, sonrojada por la ovación de las ánimas y triste por no poder seguir meneando. Se marcha con el corazón en la mano. Y el bandoneón se calla y silencia hasta a los grillos. Todos mudos. Piazzolla se duerme con placer y la luna se esconde. La pelota llora, llora y se guarda. Dicen que en la madrugada siguiente, la sombra vuelve con ganas de bailar más tango. Cuentan, los que más saben, que es la misma de Don Torcuato. Ojalá. Decí que es la misma, decí por Dios que es Román.

(Por Saudo)
 
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