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domingo, 20 de abril de 2008

De Estancieros y de chats

Hoy quiero permitirme hacer una analogía. Tengo 27 años y considero que soy uno de los tantos que viví la rara experiencia de transitar una adolescencia, para luego convivir una juventud mirando crecer otra generación de adolescentes totalmente distinta a la mía. Y en esto tuvo mucho que ver la revolución informática. Pero, ¡basta de conceptos aislados! Mejor, vamos a los ejemplos. Muchos dicen que los adolescentes de hoy han perdido en comunicación. Yo no considero esta postura. Sí, entiendo, que ha cambiado la forma de interactuar el uno con el otro. Hoy se usa el chat, el blog, los foros, los mensajes de texto, etc. Antes, en mi época de “niño con granos” (como dice Joaquín Sabina), nos juntábamos con mis amigos, después del colegio, a tomarnos una gaseosa y charlar, y charlar, y charlar, hasta que se hacía de noche, hasta que nuestras madres se preocupaban y nos hacían entrar a casa. Por otro lado, en la actualidad está muy de moda el PlayStation 2 (o 3, quién sabe), en especial, sus juegos de fútbol. Nosotros, recuerdo con mucha nostalgia, jugábamos a la pelota en la calle, a la hora de la siesta, cuando no había tanto tránsito como hoy (cuando se acercaba un vehículo, el juego se detenía unos segundos), con los árboles como arcos, con pelotas de cuero descascaradas, con zapatillas viejas… con cualquier recurso… la pasábamos bárbaro. Y sin darnos cuenta, hacíamos un poco de deporte también. Además, los adolescentes de hoy se divierten mucho con los juegos de estrategia. En cambio, para los de nuestra generación era toda una aventura andar por los techos de la manzana, caminar por cornisas, por los remaches de las chapas. Sabíamos perfectamente cuál techo podíamos atravesar y cuál no. Conocíamos nuestros peligros. Estábamos al tanto de los vecinos que se molestaban. En fin, al igual que hoy se saben todos los trucos de su juego de estrategia, nosotros entendíamos a la perfección los nuestros. Los juegos de roles en la Pc, otro auge del momento, comparable con el entrañable Estanciero de nuestra época. Nosotros -recuerdo- terminábamos nuestra tarea y nos juntábamos en la casa de alguno de los chicos de la barra para concentrarnos en una partida de este atrapante juego de mesa. Así como en el de roles se guardan las partidas, nosotros dejábamos intactos los juegos de un día para el otro. Así como en el de roles se elige un personaje, nosotros teníamos nuestro animalito predeterminado (El mío era el perrito). Y así, y así, podríamos hacer de esta columna un libro entero de analogías entre aquella época de adolescentes y la actual. Con todo esto, y para ir finalizando, no quiero decir que antes, jugando al fútbol en la calle, al Estanciero, juntándonos a tomar una gaseosa o andando por los techos de las casas, nos divertíamos más o menos que ahora. Simplemente, quiero llegar a la conclusión del tremendo cambio generacional que se ha producido merced a la revolución informática. Seguramente, habrá que hacer un análisis más profundo e investigar mucho para saber si las consecuencias son positivas o negativas. Lo único en concreto que tengo para repetir es que hoy tengo 27 años, he vivido otra generación de adolescencia con menos tecnología y no me arrepiento… fui Feliz.
  • NOTA: El juego "Estanciero" viene a ser algo así como el Monopoly argentino.

jueves, 20 de marzo de 2008

En Tucumán, Sin Gamulán


Con una energía y un look juvenil, a los 46 años, Andrés Calamaro hizo delirar a unas 15 mil personas en Central Córdoba, luego de estar más de diez años sin tocar en nuestra provincia. Un show de alto vuelo que duró más de dos horas y sólo necesitó de un control de seguridad de 65 policías para que no se generara ningún disturbio.
 Quizá no tenga la misma energía que esa última vez en la que pisó suelo tucumano: en diciembre de 1997, cuando interpretó “Alta Suciedad” en Caja Popular. Pero Andrés Calamaro no aparenta un tipo de 46 años. Recorre el escenario como un pibe más. Salta, grita, canta con ganas, viste con onda, se para, se sienta, toca el órgano, se vuelve a parar… no se quedó un segundo quieto en las más de dos horas que duró el recital del miércoles por la noche, ocasión que aprovechó para presentar su último disco: “La Lengua Popular”.
Vestido con una remera ajustada negra, de mangas bastante cortas; con una gorra a cuadritos en escala de grises; con jean azul fuerte y anteojos negros, Andrés salió al escenario pasadas las 22.30 (casi 23.00) y terminó su show alrededor de la 1.00 del siguiente día, bajo la admiración de unas 15 mil personas que colmaron el club Central Córdoba. Entre toda esa gente, de 26 años de promedio de edad, se observaron hombres mayores, de más de 50, que alegremente penetraron entre la multitud a vivar las canciones de su ídolo.
Para disfrutar del show, que el astro abrió con su tema “El Salmón”, los fanáticos tuvieron que superar un operativo de seguridad de consideración menor: sólo bastaron 65 policías para controlar que no se generara ningún disturbio antes, durante ni después del recital. Sin embargo, se destacó la falta de sentido común de los controles, que secuestraron encendedores de los asistentes, por lo que los fumadores no pudieron disfrutar de un cigarrillo al aire libre acompañando de un digno espectáculo (¿Con qué fin los retuvieron? ¿A dónde van a parar todos esos encendedores secuestrados?).

Su showMuchos le critican a Andrés Calamaro que haya abandonado su país para radicarse en España. Sin calificación alguna, eso no está en discusión en esta crónica. Sin embargo, hay dos cosas positivas para destacar: una es el profesionalismo que adquirió en Europa: el montaje del show, la calidad del sonido y todo lo demás; y la otras es que no se olvidó de una costumbre bien latina: la famosa “¡Otra, otra…!”; es decir, despedirse de su público y volver a seguir cantando (tocó cinco temas más en su segunda vuelta) cuando la gente lo aclama. La pálida está clara también: el precio de las entradas: 50 pesos parece algo excesivo.
El escenario tenía la forma del frente de una casa canadiense, de una casa de techo a dos aguas, con dos puertas gigantes abiertas de par en par, repletas de parlantes y cada una con su pantalla gigante. En el centro del escenario -en la pared del frente de la casa- había intercalada tres pantallas de video rectangulares. Reflectores por todos lados y humo de todos los colores, que salían sin pedir permiso desde el suelo y se evaporaba en el oscuro cielo de la noche.
Tocó temas de Los Abuelos de la Nada, Los Rodríguez, Alta Suciedad, Honestidad Brutal, El Salmón y muchos más de su repertorio. Uno de los que más locura desató entre la gente fue “Te quiero igual” (de Honestidad Brutal), pero, a decir verdad, todas las interpretaciones fueron seguidas con las misma gran intensidad. También cantó un par de tangos y hasta unas parejas se animaron a bailar “Mano a mano” en la cancha de básquet, el único sitio más o menos despejado del predio.

Tucumán, criolla y combativa
A mitad del recital, presentó a su equipo de músicos: en Guitarra, Julián Muñoz Kanevsky y el valenciano Diego García Gallardo; en Batería, José “El Niño” Bruno; y en Teclado, el mendocino Carlos “Tito” Dávila. Mientras que contrató al Coro de la Bersuit, que está integrado por “DaniSuárez y el “Cóndor” Sbarbatti. Más allá de estas venias, la real ovación estalló cuando Calamaro anunció que entre sus intérpretes estaba, en el Bajo, Candy “Caramelo” Avello, quien se ganó aplausos, gritos, silbidos y los cánticos populares de la ocasión.
Luego de eso, entre tema y tema, Calamaro sobrellevó un breve pero filoso diálogo con su público. “¿Se copan?”, preguntó con tono cómplice en un momento. “¡Hay relleno para la empanada tucumana!”, ironizó en otro instante. Después, dio otro mensaje: “Estamos muy honrados de venir acá, para cantar para Tucumán, para el norte argentino”. Con este mensaje lo dejaba claro: Andrés sabía que sus seguidores no sólo eran de esta provincia, sino que había mucha gente que había llegado desde Santiago del Estero, Salta, Catamarca y hasta Jujuy. Y por último, enajenó a los locales: “Tucumán, criolla y combativa”, recitó Andrés, y sus fanáticos, eufóricos y orgullosos, respondieron con un clásico: “¡Tucumán, Tucumán, Tucumán...!”.
Además, durante el show, improvisó letras de alguna de sus canciones, amoldando, por ejemplo, el tema “Me arde”, en el que cambió la frase: “Estaba hablando con la hermana de una chica colombiana…” por “… una chica tucumana…”.
Antes de su presentación en Tucumán, el famoso compositor, quien nació el 22 de Agosto de 1961 en el barrio de Once (Capital Federal), llevó su arte por Montevideo (Uruguay), Mendoza y Neuquén. Y próximamente cantará en el Camping Municipal de Rosario, en la provincia de Santa Fe, y el domingo 23 hará lo propio en el Casino Club Posadas, en Misiones.
Rima, pero Andrés Calamaro, en Tucumán, no tocó “Sin Gamulán”. Será porque era verano y el clima era ideal. Será por eso. Será porque él, un 19 de marzo de 2008, volvió a pisar nuestro suelo después de más de 10 años. Será porque la noche fue perfecta. Será porque cerró su show con el tema perfecto: “Paloma”… en fin, “palabras más, palabras menos”, qué más se le puede pedir. Si lo vio, sabe lo que digo. Si no lo vio, póngase de pie y aplauda a quien, para mí, es uno de los artistas de rock más grandes que dio este país en su historia.



LO QUE QUEDÓ (APOSTILLAS)
• Andrés decidió interpretar el tema “Canalla”, que no hubiera sido una presentación tan magnífica si no fuera por lo que se pudo apreciar en las pantallas gigantes mientras sonaba la canción. El genial y desaparecido humorista, Alberto Olmedo, reconocido hincha fanático de Rosario Central (los Canallas), fue presentado, mediante imágenes, en sus mejores sketchs, como en “No Toca Botón” o “Alvarez y Borges”. Aquí no hubo tantos aplausos, pero sí caras de respeto, sorpresa y admiración.

• Parece mentira, pero el 2008 todavía nos encuentra a nosotros, los varones, un poco machistas. Es que cuando Calamaro entonó la canción “El Día de la Mujer Mundial”, los hombres decidieron silbar bajito y restarle importancia a la interpretación. Las mujeres, en cambio, se enloquecieron cantándola al pie de la letra, de punta a punta.

• No podían faltar. En el predio de Central Córdoba, estuvieron a disposición de los espectadores los dos puestos expendedores de bebidas más comunes de todos los recitales: uno ubicado atrás el primer aro de básquet y el otro, también sobre la calle Bolivar, pero en el comienzo del campo de juego. Para comer, la cuestión era más “paqueta”: se vendían filete de carne cortado. Claro que, a la salida, todo volvió a la normalidad con los clásicos puestos de choripanes.

• El merchandising tampoco estuvo ausente en la fiesta y hubo un puesto, ubicado por los organizadores, en el centro de la cancha de básquet del predio de Central Córdoba. Las remeras alusivas al reconocido cantautor costaban 30 pesos, mientras que se comercializó el último Cd: Lengua Popular (también valía 30 pesos) y pines, cuyo precio era de 2 pesos cada uno.

• Delirio. En el comienzo del recital, en las tres pantallas rectangulares principales, se mostró un video de la Lengua Popular. Los espectadores deliraron al ver cómo un rostro masculino terminaba de armar con su lengua un “porrito” de marihuana y, luego, se besaba fogosamente con una lengua femenina. Hubo aplausos y ovación.

• En un momento del show, entre tema y tema, el cantautor argentino llamó al recuerdo la fecha del próximo 26 de marzo, cuando se cumplirán 20 años de la muerte de Miguel “Abuelo” Peralta, uno de los fundadores de “Los Abuelos de la Nada”, y quien convenció al propio Calamaro de integrar esa banda a principio de los ‘80.

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Tucumaximumpower
(20 de marzo)
si algo podia faltar, no faltaba cuando subio bbc a cantar me arde
y le pùso un par de huevos de rock, muy al frente
tucuman sin duda
es-fue un instante que guardamos
forever
en nuestro corazon
(*)Escrito (textual) por Andrés Calamaro, en su portal web oficial (www.calamaro.com), unos minutos después de terminar el recital en Central Córdoba.
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FOTO: La Gaceta de Tucumán.



Escuchá "Paloma" (Honestidad Brutal - CD 1), tema con el que Andrés despidió su show en Tucumán:

martes, 22 de enero de 2008

"Si yo fuera Maradona"


En estas dos últimas décadas, el Diego tuvo el honor de que los mejores artistas del momento le dedicaran una canción. Desde Sabina hasta Rodrigo, pasando por Andrés Calamaro, Los Piojos, Kapanga, La Bersuit, Los Ratones, Charly y hasta Antonio Ríos y Damas Gratis. Sin embargo, hay una en especial que me ha llamado la atención. No la conocía y la escuché por primera vez hace unos días. La canta Manu Chao -bien del palo- y está abordada desde la singular e hipotética situación de vivir un día en los zapatos del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.
La obra fue grabada para un documental de Emir Kusturica, en el que se muestran curiosidades tales como un italiano tatuado íntegramente con la figura del crack, ceremonias de devoción en Nápoles, un arroyo que lleva su nombre en Bariloche y hasta la Iglesia Maradoniana en Rosario.
La canción de esta pelicula se llama “Si yo fuera Maradona” y, antes que nada, quisiera que la escuchen detenidamente... también va para aquellos que ya la escucharon y no le prestaron tanta atención:



Jose-Manuel Thomas Arthur Chao, más conocido como Manu Chao, nació en Francia, donde sus padres, españoles, se exiliaron durante la dictadura de Franco. En “Si yo fuera Maradona”, este introvertido cantante franco-hispano, admirador público de la política chavista en Venezuela, encarna el difícil reto que significa ser la persona más famosa del mundo. Con el más amplio sentido humanístico, resume los altibajos del “10” diciendo que “la vida es una tómbola, de noche y de día”. Es decir, que con la misma facilidad que la fortuna te lleva a la cima, con la misma facilidad, te derriba hasta hacerte besar chatarras en un mundo decadente.
“Maradona es el único que abre su boca para criticar a todo ese sistema de mierda que controla al fútbol. Se diferencia por decir lo que piensa, que el fútbol está lleno de ladrones. Y si bien los otros dicen que Diego es un pobre drogadicto, eso no le impide decir la verdad. Es maravilloso lo que hace”, publicó el cantante, quien en el estribillo de la canción resalta que si él fuera Maradona, “viviría como él”. Y hay que dejar la hipocresía de lado y preguntarse si nosotros hubieramos estado ajenos a sus errores, siendo el hombre más popular del mundo... y con más tentaciones también.
Alguna vez declaró que las críticas sociales de Diego eran “tan bellas como sus goles” y cuando le preguntaron si “Pelusa” podría compararse con Pelé, fue más contundente que cualquier argentino: “Si bien se discutirá durante miles de años quien fue mejor, fuera del fútbol, Pelé hace sus pequeños negocios y Diego es un anarquista”.
Además, el ex líder del grupo Mano Negra, ya había compuesto un tema en honor al Diego en 1994. Se llamó “Santa Maradona”. Pero aún así, pienso que “Si yo fuera Maradona” me quedaría con la segunda canción, porque, como dice Chao, “la vida es una tómbola”... ¡¿ Alguien lo discute?!

viernes, 18 de enero de 2008

¿Y vos? ¿quién sos?

Así como nadie es profeta en su tierra, con el mismo sentido de injusticia, los tucumanos ignoramos las brillantes carreras de muchos de nuestros artistas y profesionales. Así, por ejemplo, nunca se distinguió debidamente al escritor Tomás Eloy Martínez, quien recibió una innumerable cantidad de premios en el exterior: a la creación literaria de la Casa de América Latina en Portugal y el Alfaguara de Madrid, entre otros; tampoco se reconoció, como ameritan, los trabajos de uno de los mejores arquitectos del mundo: César Pelli, quien diseñó el Financial Center de Nueva York, el aeropuerto de Washington y las torres Petronas de Kuala Lumpur; mucho menos se recuerda la grandeza del Paz Martínez, cantante y compositor para artistas encumbrados, como Luis Miguel, Mijares, Ana Gabriel, Pandora y la mismísima Madonna (interpreta su tema “Verás”, en ingles: “You’ll See”); y ni siquiera he visto un monumento a la ilustre Mercedes Sosa, quien cosechó centenares de distinciones, en ellas, el Gran Premio CAMU-UNESCO, el Premio de la UNIFEM -organismo de las Naciones Unidas que la distinguió poco antes de su actuación en el Lincoln Center de New York-, Konex de Platino a la Mejor Cantante Femenina de Folklore y Konex de Brillante a la Mejor Artista Popular de la Década, sin mencionar que la “Negra” llenó estadios en toda Europa, Estados Unidos, América Latina y Japón; mientras que en Buenos Aires hasta el bronco de “Mostaza” Merlo ya quedó inmortalizado.
Tampoco vamos a olvidar -al menos los nomraremos- a artistas como Atahualpa Yupanqui (nacido en Pergamino, Buenos Aires, pero tucumano por adopción), Lola Mora, Miguel Angel Estrella, Héctor Zaraspe, Víctor García y el filósofo Víctor Massuh.
De verdad, gente, que da pena buscar en internet los reconocimientos que recibieron estos tremendos próceres tucumanos. Con exageración, se llevaron una distinción del diario La Gaceta o una mención especial de la Legislatura... nada más. Da pena.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Luis Rey tenía razón


Cuando lo vi por primera vez, él ya se habría graduado en sabiduría y tendría un doctorado en vivencias. En realidad, no me conoció. Apenas si lo saludé un par de veces, cuando nos cruzamos ocasionalmente. Siempre porque yo, o él, acompañaba a un conocido en común. No, no tuve el honor: Don Luis no me conoció.

Yo, en cambio, sí me fijé en él desde pequeño. Una vez lo encontré en el canal 6 de mi televisor. Hablaba de fútbol. Y me llamó la atención su simpática tonada campechana y, sobre todo, que cada frase que salía de su boca estaba cargada de introversión. No sé si lo preparaba antes de salir al aire o era natural y espontáneo, pero cada idea de él culminaba en una discusión. Tenía esa virtud, la aprovechaba.

A partir de aquel día, esperaba verlo todas las semanas. Sentía una extraña necesidad de observar a ese enérgico hombrecito senil, regordete y encogido, de canas bien peinadas y joroba inocente, que defendía con autoridad a jugadores que yo ni conocía, y hasta honraba sus apodos. “‘Yiyo’ Zapatiel, ese sí que era un crack”, recuerdo que dijo en una ocasión. Y muchos nos esforzábamos por acordarnos de un Yiyo... que no sea el “Topo”.

De paso -y cada vez que podía- Don Luis le pasaba factura a los futbolistas foráneos; principalmente, a los que llegaban desde Buenos Aires, a los que sacaban turno en Atlético o en San Martín. En realidad, por más que provenían de Córdoba, Santa Fe o Chubut, él siempre les decía “porteño”. “Lo trajeron porque dice que lo vieron pasar por la vereda de la cancha de Boca”, era una de sus frases favoritas. “Y claro, qué va a servir, si vivía a la vuelta de mi casa”, ironizaba para defender a un jugador local.

Por supuesto, el “porteño’” arribaba siempre como la gran estrella del equipo, con añejos pergaminos en el bolsillo y dueño de las tapas de los diarios. Era allí cuando muchos tucumanos se enfadaban con Rey. Dolía que critiquen a los ídolos. Yo también me enojaba con él. Mucho. Y tantas veces deseaba encontrarlo cara a cara para decírselo (en verdad, no sé si me hubiera animado). Me urgía gritarle que no tenía razón, que la mayoría no compartíamos sus apreciaciones. Eso soñaba: encontrarlo y decirle que no tenía razón.

Una vez, durante su programa en vivo, llamé por teléfono al canal 6 y dejé un mensaje para redimir a uno de mis ídolos, que llevaba ya media hora de ser criticado. Leyeron mi comentario en voz alta y Don Luis me desprestigió de inmediato, poniendo cara de desagrado, dejándome en ridículo. “Qué dice e’te muchacho”, dijo. Y yo miraba la pantalla de reojo y me moría de la vergüenza. Para colmo, después siguió machacando a mi ídolo. En ese momento lo aborrecí, lo maldije un millón de veces. Lo insulté en voz alta e incluso, continué criticándolo al día siguiente, en la escuela, con mis compañeros, que poco concebían mi ira y mucho menos mi causa.

Aún así, nunca dejé de ver los programas de Don Luis. No podía, era más fuerte que mi voluntad. Pero poco a poco, sin proponérmelo, empecé a entenderlo y a compartir su filosofía. El repudiaba el fútbol de atletas (“Zanetti agarra la moto y brrrrrr... ¿a dónde va Zanetti?”, se enojaba) y reivindicaba el fútbol bonito (“La pelota es de cuero; el cuero se saca de la vaca; la vaca come pasto... ¡por ahí tiene que andar la pelota!”, representaba). A él le agradaban los jugadores que hacían una pausa y pensaban. Quería en su equipo a los que no reclamaban amarillas para el rival y defendía el potrero, el caño, el sombrero, la gambeta... al fin y al cabo, exigía fútbol argentino en su esencia más pura.

Hacen ya 2 años que no veo a ese enérgico hombrecito senil, de “permanente sentido del humor y picardía natural para decir las cosas”, como lo destaca Calliera. El no me conoció, ni siquiera supo mi nombre. Yo, en cambio, todavía bendigo aquel día que encendí mi televisor en el canal 6. Ya no está entre nosotros, pero si pudiera tenerlo cara a cara le contaría que ya no me enojo con él y que se lo extraña. Le haría saber que hoy son muy pocos los que defienden “lo tucumano” y que ya nadie se queja de los “porteño’”. Y por último, le diría lo que más ganas siento de decirle: que tenía razón, Luis Rey tenía razón.

(Por Saudo)

martes, 25 de diciembre de 2007

La niña que, preocupada por Papá Noel, le envió una carta a Kennedy

En aquella carta, Michelle, que por entonces sólo tenía 8 años, decía preocupada: “Querido Kennedy, por favor, no dejes que los rusos bombardeen el Polo Norte porque matarán a Santa Claus”. Unos días después, en plena Guerra Fría, el presidente norteamericano le envió una respuesta: “No debes preocuparte por Santa Claus, hablé con él ayer y está bien. Hará sus recorridos esta Navidad”.


El Muro de Berlín llevaba apenas dos meses de existencia, la Guerra Fría alarmaba al mundo y la Unión Sovietica intentaba dar su gran golpe en la carrera armamentística que sostenía con Estados Unidos.
Para demostrar su poderío, el cuestionado líder ruso Nikita Khrushchev ordenó a sus hombres la construcción del artefacto explosivo más potente de la historia: una bomba atómica de 50 megatones. La denominaron “Tsar Bomb” y fue detonada el 30 de Octubre de 1961 sobre el Polo Norte. La prueba nuclear fue tan impresionante que provocó daños a más de 1.000 kilómetros de distancia; es decir, podría haber causado estragos en la superficie de siete provincias de Tucumán juntas o dos Buenos Aires.
La noticia recorrió el planeta y la casa de los Rochon, en Michigan (EE.UU), no fue la excepción. Al escuchar a sus padres platicar sobre el tema, la pequeña Michelle fue corriendo hasta su habitación, se sentó en un taburete, tomó un papel, un lápiz y le escribió una carta al mismísimo presidente norteamericano: John Fitzgerald Kennedy.
Hoy, 46 años después, el mensaje de la niña fue abordado por Caroline Kennedy, hija del ex presidente, en su libro “A Family Christmas”, un éxito en las librerías de ese país. Toda una adulta, Michelle Rochon pudo reunirse con Caroline en un programa televisivo y recordaron el episodio.
 
Copyright© Los Bigotes de Frida