
Soñé que la tempestad arroyaba todo. El mar gemía y los maderos se quebraban. Ojos de humo se enardecían de rigurosa presión. Algunos explotaban sin razón, otros por descuido. Y a pesar de que aquel hombre me protegió con su sapiencia, uno llegó a dañar mi pómulo izquierdo. Una anciana haraposa me creyó muerto; su perro también. Me levanté para contemplar que había cesado la barbarie, pero yo... yo ya no era yo.
1 bigotazo/s:
Interesante
Publicar un comentario