Para hablar de la contemporánea generación debemos usar guantes de amianto y pinzas de depilar. Cuidado y atención. Cejas arriba y a no pestañar. Atención para no herir susceptibilidades. El cuidado merece la responsabilidad de todos, mayores, jóvenes y mayorcitos. Y aquí voy: tratando de entender por qué ellos, los inconscientes colectivos pierden el respeto de los que justamente se atrevieron a cruzar el umbral de la decadencia. Para los más, dejaron de ser copados. Ver un Charly gordo y alejado de las drogas hasta puede sonarles cursi. Otros artistas utilizaron su picardía y fingen ser otros. Sabina, por ejemplo, fuera de los excesos, luce cigarrillos electrónicos para no perder a sus fans. Sus cuerpos les piden una tregua, sus seguidores: la guerra.
Hay muchos otros casos. Pity Alvarez ya sucumbió ante sus costumbres y hoy está en recuperación. Ellos, sus seguidores, sí se apiadaron de su salud, pero adentro, muy adentro de ellos, dijeron "Y, 'El Pity' es así, lo tomás o lo dejás". Otros artistas, como Calamaro salieron a vender con su imagen un cambio. En los últimos recitales, Andrés se mostró de traje y corbata, dando un claro mensaje a los suyos. El caso de Ataque 77 es muy particular: su líder, Ciro Pertusi, nunca consumió drogas y es seguido por un público que mezcla adictos.
La realidad marca que la inspiración de un artista no tiene relación con la decadencia. Y, sin duda, el caso más destacable es el del símbolo máximo del rock nacional argentino: Charly García. Con su último disco demostró su vigencia, magnificó su estocada artística fuera de los excesos, cargando en sus espaldas lo que muchos de los pibes de hoy llaman cursilerías. Y si así tiene que ser, que así sea, rey... deberían saber por qué.
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