miércoles, 26 de diciembre de 2007

Decí por Dios que es Román




Dicen que por las madrugadas se ve una sombra en el Monumental. Cuentan que, al mismo tiempo, se oye un bandoneón con aroma de suburbio, que suena mientras la danza va y la sombra se mueve. Es triste, llora. La sombra llora y retumban en las tribunas los gritos del dolor, de la injusticia.

Dicen que es la melancolía guardada de alguien. De alguien que quiere seguir dibujando la elegancia inmortal que pocos disfrutan. La sombra, vestida ahora sí de celeste y blanca, busca una pelota, quiere ser feliz. Y cuando la tiene le vuelve la alegría. Y canta. Ahora sí, la sombra canta y se ríe. Grita su alegría y baila con la pelota. Juran que ánimas de todo el mundo pagan sus entradas para verla. Confiesan que en Don Torcuato ya se vio a una sombra bailar tango con la pelota. Escuálida y con hambre, más pequeña, más feliz. Nadie sabe si aquella es la misma que ésta.

Elegancia natural, tacón y espina en el mentón. Ojos rojos y cara sucia, empolvada de potrero. La sombra juega, se divierte, le canta partituras al bandoneón. Calles vacías, taxi y billar. Bohemia que ignoran muchos, sabiduría que pocos entienden, delicadeza para otros. Gracias, dice el fútbol, que tuvo que aprender a hablar cuando lo vio bailar.

Y la sombra sigue. Gritan las ánimas en las tribunas, que ahora son millones. Y baila de un arco al otro y hace malabares con la pelota. “Sólo quiero ser feliz”, retumba de su zapato derecho. Y sigue bailando tango. Y Piazzolla aplaude desde la luna. El acordeón afina sus mejores vientos. La sombra se enloquece y pisa de nuevo la pelota. Mueve a su amiga para acá y para allá. Le tira un caño a las críticas, un sombrero al resultado y gambetea la injusticia. Ríe. Ríe, baila y canta. Es feliz.

Cuentan que antes del amanecer, la sombra se despide. Contenta por otra función, sonrojada por la ovación de las ánimas y triste por no poder seguir meneando. Se marcha con el corazón en la mano. Y el bandoneón se calla y silencia hasta a los grillos. Todos mudos. Piazzolla se duerme con placer y la luna se esconde. La pelota llora, llora y se guarda. Dicen que en la madrugada siguiente, la sombra vuelve con ganas de bailar más tango. Cuentan, los que más saben, que es la misma de Don Torcuato. Ojalá. Decí que es la misma, decí por Dios que es Román.

(Por Saudo)

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