Me despierto, siento que no existe
Sin lágrimas negras en su ausencia
¡Ay corazón, qué divina carencia!
Ni Neruda encuentra mi escondite.
Beato, ya no sientes la campana.
El querubín sin ojos en su flecha,
vaga con la pena que lo acecha.
Ojalá nunca vuelvas, ni mañana.
Pero si tu regresas de repente,
concédeme la gracia de no verte.
Camina despacio y sin presente.
Seré sincero, espero tu suerte.
Me resigno a tu sangre caliente.
Viene tu día, beso de la muerte.
¿Para cuándo, ché?
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Hay cosas que los seres humanos nunca llegamos a aprender. Por ejemplo, no
nos cansamos de preguntar cosas que a la gente no la hace del todo feliz.
Son la...
Hace 11 años